Recuerdos
María Eugenia Fiorini
Los recuerdos son habitaciones de la mente, espacios del alma, lugares del ser. Por eso yo creo que pueden visitarse.
No es que los recuerdos se nos presenten, se apersonen en nuestra mente. No. Somos nosotros quienes acudimos a ellos, cierto que a veces, involuntariamente.
La imagen de mis padres muertos no es un recuerdo que yo quiera visitar, pero a veces mi ser se llega hasta allí. Tal vez porque sea una imagen más fuerte que todas las otras que tengo guardadas en esa habitación, tal vez porque sea la última. No lo sé con exactitud. Tampoco sé si los recuerdos se van guardando por orden, sé que se generan con un orden, inexorable, el orden en que hemos vivido los hechos y de ahí en más, a lo mejor, adquieren un orden propio. Es decir, te he amado y luego perdido, pero frecuento el recuerdo de la pérdida con mayor asiduidad que el de nuestro amor. O tal vez el recuerdo de haberte perdido ocupe por sí solo una habitación entera de mi mente, y el de nuestro amor esté guardado en pequeñas canastas, que fui guardando para clasificar luego, más adelante, ya que estaba ocupada siendo feliz. Pero ese «más adelante» llegó y resultó que te perdí, y los recuerdos de nuestro amor quedaron desordenados, y resentidos con mi desorden, fueron colándose en otras habitaciones…algunos entraron por error a la habitación de la pérdida de amor y allí se instalaron, lo que resulta en extremo contraproducente, ya que cuando recuerdo que no te tengo, hay allí un recuerdo intruso lleno de dulzura y belleza, que aunado al de pérdida, me hace doler aún más. Por lo que resulta que la mezcla de recuerdos no es saludable, ya que hay recuerdos traicioneros que se aposentan en habitaciones inadecuadas mientras se mueven a voluntad (porque se mueven de habitación, aunque en esencia no muten) . Porque lo que ocurre es que suelen atraerse por opuestos, y si recuerdo muerte luego recuerdo vida, y si recuerdo amor luego viene abandono, y si recuerdo abundancia luego viene pobreza….aunque hay personas que no tienen conflictos con eso, porque tienen cierta estabilidad en la producción de recuerdos, y son todos buenos. En cuyo caso uno no es melancólico, porque el melancólico ( yo lo sé porque me siento cómoda dentro de ese sentimiento, me quedan bien las lágrimas, los vestidos viejos, las flores secas adentro de los libros, las páginas ajadas, las tardes de lluvia, el perfume de los jazmines) vive abriendo puertas de habitaciones de recuerdos, buscando uno que lo haga bien pero bien feliz, pero no encuentra ninguno. Entonces lentamente se hace melancólico, tiene rayos de esperanza y luz y luego pequeñas desilusiones, pero no pierde la esperanza, y sigue abriendo y tanteando puertas, para abrir la de la felicidad. Pero será inútil. Ser melancólico es un talento, es ser triste con cierta medida, con mesura y discreción. Casi con elegancia, diría yo. Una persona triste a medio camino. Una persona feliz a medio hacer.
Dije que los recuerdos se generan a medida que se viven, pero no es así. ¿Cómo explicar un deja-vú, entonces? Bueno, a lo mejor es un recuerdo con mala conducta, que eligió llegar antes a nuestra vida, sin aviso alguno, y sólo se da a conocer cuando es un recuerdo consumado, digamos. Igual irá a su correspondiente habitación, la de los deja-vú, que luego, creo yo, se olvidan.
¿Alguien recuerda un deja-vú? Yo no. Puede ser también que en realidad sean falsos recuerdos, recuerdos apócrifos, que por ser dejavús no llegan la categoría de recuerdo, y mueren, olvidados.
Por supuesto que los recuerdos tienen sinestesias, y están compuestos de personas, olores, objetos, momentos, paisajes, voces, colores, circunstancias, y todos los ingredientes que uno esté capacitado para ponerle dentro.
Hay recuerdos que duran una milésima de segundo,porque lo que quedó en nuestra mente es tan sólo un instante de un continuo de sucesos e imágenes.
Yo propongo realizar una galería de recuerdos personales: tengo uno que me gusta, y es un día de primavera en el que sentí que una ráfaga de viento me envolvía, gentilmente. Pero no entremos en lo personal. Tratemos de dar pautas generales para guardar recuerdos: es altamente aconsejable guardar el recuerdo de la primera vez que vimos a nuestros hijos y a un hombre que pueda ser considerado el amor de tu vida. Los paisajes, como recuerdo son muy útiles para visitar, son balsámicos. No aconsejo guardar puestas de sol porque son irrepetibles y tan bellas, y como por suerte ocurren diariamente, que es mejor hacerse un momento y renovar el recuerdo todos los días. El olor de la madre es un recuerdo fundamental. Siempre le pregunto a mis hijos si van a recordar mi olor. Cuando mamá ya no estaba, yo olía sus chalinas e instantáneamente estaba con ella. Tener una habitación con poesías de recuerdo en la mente es muy conveniente, sobre todo si encontramos la poesía justa para el momento adecuado.
No sé qué más decir sobre esto, no me acuerdo de nada.
Me voy de gira por mis habitaciones de recuerdos.
Tal vez encuentre la tuya.
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