Kósquires

Las Preocupaciones de Nacardia VII – la trampa

Fernando Rusquellas

Esa semana, para alegría del Autor, el Lector y Nacardia se encontraron casi todos los días con la finalidad o… el pretexto, de comprender una a una todas las incógnitas que les había generado la entrevista con el licenciado Rainbow.

La abuela Migragna sospechaba que algo más había tras esos encuentros. El chocolate, al que un día le agregó unos churros calentitos debía disimular su paciente investigación secreta.
– Me parece que la abuela Migragna se dió cuenta de lo nuestro. – Le dijo una tarde Nacardia al Lector, casi al oído.
– ¿De qué cosa…? – Preguntó el lector también despacito.
– No, nada…nada… – Respondió Nacardia con cierta desilución.
– ¡No lo puedo ceer, qué pedazo de…! – Protestó con vehemencia el Autor y terminó la frase con un grueso epíteto, algo exagerado. Nacardia salió rápidamente de la situación antes que llegara a ponerse engorrosa preguntando a boca de jarro:
– …Si a la luz blanca le sacamos algunos colores, ¿seguirá siendo blanca?
– Y… no…, bahh, no creo… – Contestó dubitativo el Lector.
– Si le saco todos los colores menos el rojo… – Insistió Nacardia.
– …Lo que veremos no sería más una luz blanca sinó roja… – Razonó el Lector con más seguridad. – …y si le sacás todos menos el verde…
– …Veremos sólo luz verde, y así con todos los demás, si dejo el azul veré azul, si amarillo, luz amarilla, si dejo naranja, naranja…. – Concluyó Nacardia. – Peroo …¿y si las saco todas…?
– ¡Apagás la luz! – Exclamó divertido el Lector y con un ligero golpecito en la tecla de la pared la habitación quedó sumida en la oscuridad.

En ese mismo instante apareció la abuela Migragna y prendió la lámpara grande del techo.
– Así es más seguro. – Dijo muy seria, y se sentó a tejer en el banquito de paja.
– ¿Viste abuela Migragna? si están todos los colores se ve blanca, pero si faltan todos se ve negro, como con la luz apagada. – Descubrió Nacardia entusiasmada.
– Sí, negro, todo negro… ¡Claro, con la luz apagada!… acordate del cochino de Otario Cabrón cuando… – Refunfuñó la abuela Migragna y perdió la cuenta de los puntos del tejido.
– Si se ve negro cuando apagás la luz es por que le sacaste las luces de todos los colores… – Le dijo pensativa Nacardia al Lector. – …¿Cómo tendrías que hacer para sacarle solamente algunos colores y dejar sólo el que querés ver?
– ¡ Es fácil…! – Se oyó la voz ronca y pastosa del doctor Stetoscopius  que unos minutos antes había entrado sin hacer ruido. – …le ponen un filtro del color que quieren ¡y listo! – Y les pidió silencio para “auscultar a su paciente”, la abuela Migragna.
– Sí,“auscultar a su paciente”… –  le suzurró Nacardia muy cerquita de su oído al Lector con una sonrisa significativa – … es un viejo pícaro… y a la abuela Migragna… me parece que…
– No sé… ¡pero tiene razón! le ponés un filtro… – Reconoció el Lector
– ¿A la abuela Migragna, o al viejo…? – Bromeó Nacardia
– ¡Mmm… a la luz blanca!… le ponés un filtro y tenés la luz del color que querés! – Concluyó el Lector tratando de parecer serio.
– Y yo me sigo preguntando: ¿Qué tiene que ver todo esto con que las plantas atrapen la luz del sol y hagan azúcar con la luz adentro? – Recordó sorpresivamente Nacardia.
– ¡Y dale con el azúcar! ¿Por qué no le preguntan al colorado Rainbow de una buena vez? – Se impacientó el Autor que había creído encaminado su cuento.
– ¡Eso!… mañana… ¿Me acompañás? – Conminó Nacardia a el Lector con un gracioso mohín, para que no pudiera negarse.
– Humm… un filtro, si, si, claro… un filtro… – Repitió rascándose la cabeza el doctor Rainbow cuando le consultaron por la mañana. – …¿saben ustedes qué cosa es un filtro?
– ¿Un filtro, como el del café? – Se apresuró a contestar Nacardia segura de estar diciendo un disparate.
– ¡Eso, justamente!… – Aprobó, ante la sorpresa de Nacardia, el licenciado Rainbow abriendo tanto los ojos azules que les parecieron más grandes, – …el filtro para café es una trampa, los granitos quedan atrapados mientras que deja pasar libremente al café líquido… – y levantando una sóla de sus cejas pelirrojas concluyo: – …el filtro elige, selecciona al componente que dejará pasar y al otro lo retiene, lo atrapa.
– ¡Entonces tenía razón el viejo!… el doctor Tetoscopius, digo… – Se le escapó a Nacardia. – …y como la luz blanca está formada por todos los colores del arcoiris… ¡Jaja, del rainbow…!
– Del espectro. – Apuntó muy serio el licenciado Rainbow.
– Un filtro de color elige la luz del color que deja pasar… – Razonó el Lector.
– …Y ¡atrapa a todos las demás! – Descubrió Nacardia apretando el brazo del Lector con ambas manos hasta hacerle doler un poquito.
– ¡Así es! un filtro es rojo cuando deja pasar sólo la luz roja… – Confirmó el licenciado Rainbow. – …y retiene las restantes del espectro.
– Y es verde cuando deja pasar la luz verde y atrapa a las demás, y así con todos los colores… – Completó el Lector, con un dulce dolorcito en el brazo.
– A mí, eso de espectro…suena a cementerio, me gusta más decirle arcoiris. – Declaró muy seria Nacardia y frunció la nariz logrando como respuesta una sonrisa casi perruna del licenciado Rainbow.
El camino a casa lo hicieron riendo de todo cuanto decían, de sus ocurrencias, de sus recuerdos del colegio, cuando Nacardia se paró en seco:
– ¡Ahora entiendo!… – Exclamó tan fuertemente que su voz resonó en la calle vacía.

– …¡El color verde de las plantas es un filtro, ahora entiendo!
– Tenés razón… – Reconoció el Lector. – …el color de las plantas es verde porque deja pasar la luz verde… ¡pero atrapa a todas las demás! – Descubrió con sorpresa el lector besando a Nacardia en la mejilla y ella, entusiasmada agregó:
– ¿Te acordás cuando la doctora Buretta dijo que “en las hojas verdes sucede algo maravilloso”? …¡Eso era entonces!… Y el Lector completó la idea:
– ¡Esa es la trampa, la trampa para la luz del Sol! ¡Las hojas son un filtro verde!… por eso dejan pasar la luz verde… por eso las vemos verdes.
– ¡Sí…y se quedan con los demás colores… con la energía de todos los otros colores de la luz. – Redondeó Nacardia la frase de el Lector, que pensativo, recordó:
– Es cierto… también dijo que “con la energía robada a la luz del Sol, agua y un gas del aire, las hojas fabrican la glucosa”.
– Sí, claro que me acuerdo, y que al fin“la energía de la luz del sol queda atrapada en la glucosa.”… – Recordó Nacardia – …y esa debe ser la energía que ganamos cuando comemos plantas.
– ¡Por fin!… – Suspiró el Autor. – …satisfechas las dudas  podremos continuar con el cuento y…
 – Un momento, por favor…– Lo interrumpió Nacardia. – …me vino una duda: si comí por ejemplo una fruta, que tiene un montón de glucosa llena de energía,…¿cómo hago para sacarle la energía que tiene atrapada la glucosa?
-¡Sonamos! – Exclamó el Autor ya sin fuerzas.
– Mañana te acompaño al laboratorio y aclaramos eso con la doctora Buretta. – Le ofreció solícito el lector que, aparte de lograr un nuevo paseo junto a Nacardia, estaba  interesado en solucionar las dudas de ella y las suyas,y de paso permitirle al Autor terminar de escribir y conocer al fin el resto del cuento.

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«Las Preocupaciones de Nacardia VIII – oxígeno»

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