Las Preocupaciones de Nacardia VI – Rainbow
Fernando Rusquellas
No tardaron mucho Nacardia y el Lector en recurrir nuevamente al laboratorio para aclarar sus dudas, pero se encontraron con una inesperada sorpresa:
– Hoy me tendrán que disculpar, estoy muy ocupada y no tendré tiempo para ustedes,… – Les dijo muy apurada la doctora Buretta. – …pero me imagino cuál es la duda, así que los dejo con el licenciado Rainbow, sabe mucho de algo que quiero que conozcan antes que hablemos. – y se desentendió completamente de ellos al tiempo que observaba con atención unas tiritas de colores que introducía, una a una, en sospechosos líquidos de tinte amarillento.
El licenciado Rainbow era muy alto y rubio, casi pelirrojo, tenía ojos azules muy pequeños y usaba una barba prolijamente recortada alrededor de la boca que le daba una expresión algo perruna. Un largo guardapolvo celeste sin abotonar dejaba ver una camisa floreada de colores intensos sumergida en un muy arrugado vaquero azul y zapatos de cuero que parecían no haber sido jamás lustrados.
Con gesto paternal, el licenciado Rainbow pasó sus brazos largos y delgados por sobre los hombros de Nacardia y del Lector, y amable pero decididamente los guió hasta un pequeño laboratorio en el que no habían reparado cuando sus visitas anteriores. Un olor agradable, perfumado y penetrante parecía impregnar el aire y todo lo que allí había. Sobre la mesada lateral de azulejos negros había diferentes aparatos desconocidos limpios y brillantes, unos eran grises, otros negros, Nacardia pudo reconocer sólo a dos, eran como uno que había visto guardado en la vitrina del Colegio con un prolijo cartelito que decía “microscopio”.
– Les voy a mostrar algo. – Dijo con voz misteriosa el licenciado Rainbow abriendo desmesuradamente sus ojos azules mientras encendía una luz brillante en uno de los aparatos y preguntó:
– ¿Ustedes ven esta luz?
– Sí claro. – Asintieron Nacardia y el Lector acompañando sus palabras con una inclinación de cabeza.
– ¿De qué color dirían ustedes que es esta luz? – Preguntó el licenciado Rainbaw entrecerrando con picardía sus ojos azules de modo que se veían más pequeños que de costumbre.
– ¡Blanca, por supuesto! – Contestaron a coro Nacardia y el Lector algo molestos por lo obvio de la pregunta.
– ¿Me creerán si les digo que esta luz no es “una” luz blanca?… – Los desafió el licenciado Rainbow abriendo desmesuradamente el ojo izquierdo
– …¡Véanla por acá! – Les indicó, señalando con un dedo largo y huesudo un antiguo y estrafalario aparato de bronce muy bruñido. Nacardia fue la primera en mirar por dónde señalaba el licenciado Rainbow.
– ¡Parece un arcoiris… es hermoso… uuy, y se ven todos los colores…! – Sin sacar el ojo del la lente, entusiasmada se dirigió al Lector. – ¡mirá el rojo, y el naranja… uuy el amarillo … y el verde,… mirá, mirá el azul y un violeta…!
– Si, ¡Mirá, mucho mirá y mirá, pero no sacas el ojo de allí y no me dejas ver!… – Protestó el lector empujando suavemente la cabeza de Nacardia con la suya hasta lograr poner su ojo en la lente del aparato. – …¡Ah que bueno…! Una vez leí que esto es un “aspectro”…
– ¡Espectro!… se llama “Espectro de la luz blanca”. – Corrigió Nacardia que también, cuando estaba en el colegio, había oído aquello pero nunca supo de que se trataba. – …es como el arcoiris pero más brillante.
– ¡Eso es!… Un arcoiris… ¡ejem!… un rainbow…un espectro completo de la luz blanca. – Confirmó orgulloso el licenciado Rainbow levantando una ceja pelirroja.
– ¡Ohh, entonces… – A Nacardia le pareció estar oyendo la voz de su profesora de inglés. – …mister Rainbow… ja,ja,ja, el señor Arcoiris…!
– Bueno, bueno… ¡ejem!…vayamos a lo nuestro… – Dijo el licenciado Rainbow con el ceño fruncido, sus cejas pelirrojas muy juntas y los cachetes se le pusieron colorados. – …sumadas, esas luces de colores forman lo que vemos como luz blanca,… como la del sol.
– Entonces… cuando vemos “una luz blanca”… no es “una” luz blanca… – Arriesgó tímidamente el Lector, y Nacardia completó el razoamiento como si se hubieran puesto de acuerdo:
– …Las vemos como si fuera “una luz blanca”, pero son todas las luces del arcoiris vistas al mismo tiempo …
– Cuando la luz blanca se descompone y quedan a la vista sus componentes podemos ver el espectro de la luz blanca, el arcoiris. – Declaró solemnemente el licenciado Rainbow con una sonrisa forzada.
Ya en la calle, Nacardia, tomada del brazo del Lector, le comentó con un cierto tono de queja:
– Es cierto que fue todo muy interesante, me encantaron los colores de la luz, el flaco Arcoiris, jaja, es un genio… pero esto no aclara mi duda. No sé en qué estaba pensando la doctora Buretta, pero ¿qué tiene que ver el espectro, el arcoiris y todo eso con que las plantas atrapen la luz del sol y hagan azúcar con la luz adentro?
La mente del Lector no estaba en condiciones de responder. No podía deshacerse de la cálida sensación cuando, para ver el espectro de la luz en aquel viejo aparato de óptica, su frente rozó el cabello suave y perfumado de Nacardia.
El Autor se frotó las manos con un gesto de triunfo, pero de pronto, esta vez fue a él que le asaltó una duda:
– “Nacardia es un personaje de ficción… – Pensó – …producto de mi propia imaginación, ¿Es posible una relación amorosa de un personaje de ficción con un lector circunstancial que forma parte de la realidad, por fuera del cuento?” – Se lavó los dientes automáticamente y se fue a dormir muy confundido.
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«Las Preocupaciones de Nacardia VII – la trampa»