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Categoría: Ensayo

Las Difuntas o la Hora Pegajosa II

Paula Rusquellas

«La ciencia empezó en un pasado distante, mucho antes de que se registrara la hitoria del hombre. Su madre fue la magia tribal. La misma madre fue también el origen de la religión y probablemente todavía antes, del arte. Así pues, ciencia, religión y arte han sido siempre hermanas de sangre. Sus métodos difieren pero sus objetivos son los mismos: comprender e interpretar el universo y sus fenómenos y con ello promover en lo posible el bienestar material y espiritual del hombre. Esta era la función, también de la magia tribal. Durante mucho tiempo la magia fue el punto de unión de la sociedad, la institución central en la que se acumulaba la sabiduría y la experiencia de la época…» P. Weisz, La Ciencia de la Biología.
La Filosofía, amante del saber, respetuosa admiradora de la sabiduría, se complace en la contemplación de la gran obra de la cultura, que crece y se diversifica; a la vez incansable, inquisidora, curiosa, inquieta, eterna portadora de la inextinguible antorcha de la pregunta. La Filosofía debe calmar su ansia de respuestas, respuestas una y otra vez preñadas de más y mas preguntas. Ella desea saber… Una pregunta inmoviliza todo su cardúmen de preguntas en ciernes, una pregunta la mantiene insomne, como detenida, paralizada en medio de una tormenta de novedades, un enorme derrumbe de paradigmas, aquellos luminosos filamentos en torno a los cuales gritaba y gritaba incansablemente, alelada de luz, encabezando la nube borrosa de preguntas, zumbando monótonas, invariables… incólume, la mirada fija en la flama ausente, la Fiolosofía en un susurro quiere balbucear la pregunta que la traerá hasta la problemática que nos ocupa. ¿Por qué no decirlo? ningún crecimiento es posible sin trabajo, sin momentos de desazón, de camino recorrido. No dudó en afirmar que ninguna evolución sería posible sin la duda. Duda que abre el camino, señala la dirección en la que habrá que dirigir la senda hacia la verdad provisoria, suceptible de nuevas indispensables dudas, hasta llegar finalmente a lo indubitable, la certeza.
La Filosofía se plantea: deseo saber, necesito conocer, pero ¿Saber qué? Como un superhéroe con capa mágica, antifaz invulnerable, poderes maravillosos, intuiciones sorprendentes, sin nadie que requiera de su salvador auxilio, así, heroína desocupada, las manos ociosas, con la mirada vaga, ve doblar la esquina a las ciencias naturales, sus hijas predilectas, ya emancipadas, autosuficientes… la Biología, la Astronomía, la Física… El sacrificio valió la pena. Sólo debió esperar a que sus amadas regresaran cargadas con el maravilloso botín de sus desvelos, los conocimientos recogidos y elaborados fuera de su ruedo maternal para recibirlas con los brazos abiertos, ávida de incorporarlas a su seno poniendo en práctica su enorme experiencia integradora y rejuvenecer para guiarlas entonces, como antes, dejándolas nuevamente cumplir su rol al emprender nuevas y fascinantes aventuras.
El ciclo quedó cerrado: satisfecho Eros en la sabiduría por la sabiduría misma, sublimada la líbido en las elucubraciones del conocimiento, queda entreabierta la puerta por donde se filtra un rayo de luz que asimilan las técnicas utilitarias, hermanas menores del conocimiento, para realizar su labor en nombre del «bienestar y del progreso». Si partimos de la premisa de que todo conocimiento es un medio para mejorar la calidad de vida, evitar molestias, dolores, todo obstáculo que se interponga a la felicidad humana: (me permito hacer caso a mi memoria que me enciende cartelitos de alarma, ¡relacioná con lo ya sintetizado, dejá de releer fotocopias subrayadas y resubrayadas!) nos remitimos al postulado fundante de la Bauhaus: «la forma sigue a la función». Se elimina todo lo superfluo y se busca la belleza en las formas funcionales propias de cada objeto. Las dimensiones vuelven a ajustarse a las proporciones humanas. La claridad, la síntesis, la austeridad de formas y colores permite un espacio y hasta un tiempo de lectura de cada imagen. Nuevos materiales, el abaratamiento de formas que acompaña al progreso tecnológico y en algunos casos el redescubrimiento de antiguos diseños tradicionales permiten la rápida implementación de los diseños y la divulgación de estos extraños modelos que resultan revolucionarios y sin embargo resultan rápidamente incorporados. Los objetos de uso cotidiano son agradables en su forma, en su peso, son de fácil utilización. Ahorran tiempo, facilitan la vida, despejan el tiempo, el espacio habitable. Los fundamentos que reglamentan el arte se aplican a la tecnología en busca de un mejoramiento en la calidad de vida cotidiana y viceversa, los logros obtenidos en la implementación tecnológica influyen en la concepción posterior del arte.
Volviendo a aquello de que toda actividad es un camino que trata de lograr y prolongar los momentos de placer, el choque contra la realidad adversa conduce a una renovación contínua en pos de nuevos instantes de gozo. Es una eterna cadena de muertes y renacimientos simultáneos: las distintas disciplinas que en un momento fueron una, bajo el manto protector de la filosofía, vuelven a encontrarse, crecen juntas, se alimentan unas a las otras, se abrigan, se aúnan, hasta que los nuevos vientos las separan y las atormentan a cada una de íntimas preguntas, secretos dilemas que cada una tendrá que responder proponiendo verdades tras verdades, como sucesiones de baldosas que abren paso bajo el peso de la duda.
Generalmente se trata de los procesos históricos como estratificaciones de sedimentación petrificados, momentos congelados, movimientos detenidos para siempre que se suceden ordenadamente como peldaños bien diferenciados unos de otros, que se clasifican con el único fin de facilitarnos su cómodo estudio. Se trata, a mi parecer, de una renovación contínua y simultánea hacia derecha e izquierda, adelante y atrás, similitudes, encuentros y oposiciones conviven y se baten a duelo permanentemente. El lenguaje se renueva junto con el pensamiento independiente y paralelamente de las lenguas que sufren sus propias alteraciones y evoluciones permanentes. El lenguaje simbólico queda, en su evolución histórica, atrapado por la palabra en su función significado-significante. Se transforma así en un mero catálogo de signos que al perder su identidad simbólica primitiva se cosifican hasta tal punto que las palabras devienen en nuevas cosas en un universo de objetos. La dinámica de las relaciones entre estos signos genera una novedad revolucionaria en el lenguaje al incorporar la racionalidad y evoluciona decididamente hacia un lenguaje racional cada vez más alejado de su origen estrictamente simbólico. El lenguaje incorpora así a su anterior rol de mero comunicador, el de promover el establecimiento de relaciones complejas entre los diversos significantes referidos a sus significados, optimizandolas, hasta entonces confusas conclusiones del pensamiento abstracto. El lenguaje y los signos de que se sirve como instrumentos, en su función restringida de significante al convocar la imagen de lo significado, siguen las leyes darwinianas de la evolución, selección natural y radiación adaptativa dando origen a innumerables lenguas que se alejan entre sí en función del tiempo y las circunstancias históricas, sociales, climáticas y ecológicas. «En la naturaleza nunca se avanza a saltos». (Leibnitz) En una demostración de su capacidad evolutiva, el lenguaje se independiza de la diversidad de lenguas por él mismo creadas, se unifica, se repliega sobre sí, atraviesa perpendicularmente su propia historia recuperando intacto de las profundidades su poder simbólico. Lejos de empobrecerse, renace enriquecido por la experiencia de sus etapas representativa y racional que se suman y se incorporan activamente a esta nueva etapa difernciándolo del simbolismo primitivo. Se hace imprescindible al razonamiento, lo potencia hasta incorporarse definitivamente a él con quien se confunde hasta el punto de ser casi imposible entender el pensamiento sin el auxilio clarificador y ordenador del lenguaje.
Podemos hablar de arte como un lenguaje de gran contenido simbólico, la obra de arte como fragmento que busca incesantemente su complementario. Obra eternamente inconclusa a la espera del príncipe azul que deposite en sus labios dormidos el beso cómplice. La obra de arte es única e irreemplazable portadora de la mitad del mensaje («…dirán que mientes si dices media verdad, dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad…» (A,Machado). El público se convierte en co-jugador junto con el creador, se establece un diálogo atemporal y múltiple plagado de guiños y codazos una suerte de patada bajo la mesa, a la sombra del mantel. Es una representación, no remite al significado sino que lo hace estar presente, nos plantea ante los ojos, los oídos, y nos hace partícipes. Como en el juego el arte tiene un tiempo propio liberado del latido autoritario de relojes y convenciones, no hay un principio, un fin, ni una finalidad; no es un medio para lograr un propósito. Dura mientras no se agotan los impulsos de jugar. La situación de juego, la disposición de los co-jugadores conforman un ámbito propio, con sus propias leyes, con un tiempo distinto y cuya meta es la del juego mismo. El tiempo que dura el encantamiento ante la obra de arte, igual que en un juego, que en una fiesta, está comprendido por una serie de hechos, que se suceden naturalmente con ritmo propio.
Como si de un ser vivo se tratara, es imposible considerar un momento aisladamente de la totalidad, por minuciosamente que se estudie el hígado de una persona, va a resultar dificultoso conocer su manera de reaccionar ante un concierto de bandoneón. Una cosa es bella si no se le puede quitar ni añadir nada. Como conclusión se podría decir que una obra de arte no puede ser considerada como tal, si al extirparle el hígado sobrevive y no se queja. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de arte, invocamos celestiales musas, despeinados poetas de corbatín, bohemios tuberculosos, músicos trágicamente sordos, o pintores sin oreja? O nos referimos acaso a un concepto más abstracto. Según unos Arte es todo lo que no es Naturaleza, todo lo que se produce con esfuerzo e intención humana, lo que no se encuentra sino que se hace, se elabora con profunda intervención del sentimiento y que a su vez se dirige a conmover los sentimientos por medio de los sentidos. Los objetos artísticos son aquellos que manifiestan algún carácter esencial que no poséen los objetos en estado natural o que fueron producidos sin intervención del sentimiento del hacedor. Esta distinción entre lo que se encuentra en estado natural y lo que fue resultado de una elaboración intensionada es la única explicación que se encuentra a que se llamen « artes de la guerra», «artes del punguismo». Se llama arte entonces a todo conjunto de reglas o métodos prácticos que son propios y exclusivos de una actividad; podría decirse entonces que el arte, las Bellas Artes, son un modo de llegar al conocimiento del universo a través de la producción de nuevos hechos, que se suman a los que ya se ofrecen en forma natural. Una vez desprendidos del ámbito tibiecito del horno del artista, los productos del arte pasan a ser un objeto más dentro del universo, que le ofrece al científico nuevos individuos pasibles de ser incluídos en generalizaciones. La ciencia busca generalidades a partir de las individualidades que ofrece la naturaleza; está atada a la realidad y a la temporalidad, su evolución es escalonada. El mecanismo de conocimiento del arte es atemporal, “el arte no es moderno es eterno “. (E Schiele), individual e indivisible, no hay progreso porque cada hecho es en si mismo el objeto del esfuerzo invertido. Como en todas las disciplinas llega un momento en que el arte necesita estudiarse a sí mismo y lo hace con los medios que le son más familiares, así aparece en la obra de la mayoría de los poetas un «arte poética», donde el artista es a la vez el que estudia y el objeto de estudio; aquí se lo encuentra despojado del escudo que son los temas externos a su hacer, como una confesión, una desnudez que es a la vez entrega. Nosotros lo podemos conocer a travéz del mismo medio que le permitió a él conocerse. Según Eco no se podría haber llegado a determinar una muerte del arte si no se hubiera pasado por un arte del arte. El conocimiento llega a mí de forma más perdurable si puedo reelaborarlo a mi modo (jugando), así encuentro interrelaciones entre los conceptos que intento incorporar y los que re-conozco como parte de mi andamiaje cultural.

Si ha muerto el arte ¡Que viva el arte!

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