La Dama del Mar
Natalia Lewitan
Caminar por su orilla, le otorgaba paz. El murmullo del oleaje, jugaba intrépido entre su pelo, acariciando su alma, enredándose en su andar. Ya nada importaba: ni los miedos, ni el mundo girando a su alrededor y ella adentro. La arena sostenía sus pasos, hundiendo las huellas en lo profundo. La libertad era su fiel compañía, la que ahora sentía más próxima que nunca. Caminó y caminó hasta que sus piernas le dijeron basta, sin embargo siguió adelante. Estaba exhausta, pues venía caminando desde hacía rato. De todas formas no quiso detenerse, no justamente ahora que estaba llegando.
El sol se escondía apresurado entre unas nubes densas, pero ella nunca se detuvo. Cuentan que en las noches de luna llena, su piel se enciende y su cuerpo vibra, lleno de emoción. Esa Dama nunca dejará de avanzar.
Si alguien alguna vez puede verla, díganle que quiero ser como ella.
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