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Categoría: Fábula

Fábulas Argentinas

Juan Manuel Pensel

FÁBULAS ARGENTINAS


LA OVEJA NEGRA

En el matadero
yo ví el otro día
una negra oveja
que hacía de guía.

Guía de sus lindas,
blancas compañeras,
para que la muerte
al llegar tuvieran.

Guiábalas balando
con falsa amistad,
una tras otra
al sitio fatal.

Y será negra…negra
como la traición,
negra como su alma
y su corazón.

Nunca a nadie sigas
sin reflexionar,
que una oveja negra
te puede tocar.

LOS SEIS PATITOS

Seis lindos patitos
caminando van,
todos son blanquitos
y limpios están.

Parecen soldados
en gran formación,
son bien educados
no hacen papelón.

Llega la señora
y dice “¡Qué ricos!,
un rayo de aurora
son los seis patitos.

“Llegará el día
-Dijo sin bochorno-
que con alegría
los veré en el horno.

En la lisonja
no debes fiar,
mira que ella
al horno te puede llevar.

 

SALUD

Lanzó un estornudo
un zorro coludo.

Lo oyó un batitú,
y le dijo “¡salud!”

Respondióle el zorro:
“Tú no eres sincero,»

«Contento estarías
si pronto yo muero.”

Por temor decimos 

lo que no sentimos.

EL TERO Y
LA GALLARETA

En una laguna grande
del pago de Chascomús,
el tero y la gallareta
no se decían ni mus.

Viejos rencores tenían
las dos aves enojadas,
mas la razón del asunto
era una cosa olvidada.

Parece que tiempo atrás,
según cuenta la leyenda,
la gallareta dió al tero
una lombriz como prenda.

Cuando rescatarla quiso,
el tero se la negó,
y desde entonces el lío
grandes alcances tomó.

Por eso cuando se encuentran
el tero y la gallareta,
ni siquiera se saludan
y estiran los dos la jeta.

Escucha esto, mi amigo:
“No serás nunca feliz
si guardas serios rencores
por una simple lombriz.”

 

EL CABALLO Y EL MULO

El caballo de raza,
orgulloso en el haras,
le dijo a un mulo
que por allí pasaba:

“Vergüenza da mirarte,
oprobio de mi estirpe;
debieras de largarte,
o mejor, morirte.”

“Con tus largas orejas
y tu porte infernal,
no puedes desmentir
tu ascendencia asnal.”

“Yo corro en grandes premios,
ligero como el viento,
y tú… ¿Para qué sirves,
miserable jumento?”

“Yo sirvo – Dijo el mulo,-
aunque tu no lo creas,
y me desempeño
en más nobles tareas.

“Cuando tu corres
raudo como el viento,
dejas en el circo
dolores sin cuento.”

“Son los jugadores
que, perdido el camino,
siguen angustiados
su triste destino.”

“No me menosprecies,
soberbio alazán,
que yo ayudo al hombre
a ganarse el pan.”

LA VALIJA

Una valija cubierta de etiquetas
de países cercanos y distantes,
era inaguantable por su orgullo,
y se llevaba el mundo por delante.

Su soberbia era tanta, amigo mío,
que sin más se creía doctorada,
pero todos sabían que la ingenua
no había en sus andanzas visto nada.

Muchas personas, como la valija,
quieren aparentar saber profundo.
Olvidan que con sólo la etiqueta
no es posible engañar a todo el mundo.

 

EL CIERVO Y EL JABALÍ

Orgulloso de su enorme cornamenta,
que ostentaba hermosa ramazón,
el ciervo caminaba por el bosque,
alta la testa, llamando la atención.

Sin bajar la mirada ni un momento,
pues lo consideraba denigrante,
a pesar del pausado y grave paso,
a un jabalí llevose por delante.

Despidiendo por sus ojos luces malas,
lo miró desde abajo el maltratado,
y con voz que la ira enfurecía,
dijo: “Amigo me deja usted alelado.”

“¿Qué tanto darase corte con las astas,
qué tanto caminar nariz al aire,
qué tanto atropellar a los que pasan,
qué tanto, tanto tono de desaire?

“Es cierto que es airoso, no lo niego,
mas no sé si lo ignora o lo sabrá,
que pronto su cabeza, con los cuernos,
de adorno en una casa servirá.”

Nunca estés orgulloso de tí mismo,
no desprecies nunca a los demás,
śe correcto, sé atento, sé obsequioso,
que con ello la dicha encontrarás.

PAYADA DE CONTRAPUNTO

Aunque parezca mentira,
en los montes del Rincón
se reunieron a payar
un loro con un halcón.

Templó el loro la guitarra,
despacito la afinó,
y con un breve punteo
de este modo le cantó:

“¿Por qué tan verde soy yo,
quiero que me diga, halcón;
por qué tan verde soy yo?
Respóndame de un tirón.”

Tomó el Halcón su instrumento
y al punto le contestó:
“Responderé, amigo mío,
según lo comprendo yo.”

“Verde es el bosque tupido,
verde el agua en lontananza,
verdes son algunos nidos
verde también la esperanza.”

“Verde es usted, yo lo digo,
y no se me quede lelo,
porque verde fue su madre
y más verde fue su abuelo.”

“Si es usted buén adivino,
ahora que me toca amí,
diga mi querido amigo,
¿Cuántos loros me comí?”

Quiso el loro decir algo,
pero el tiempo le faltó,
por que el halcón, como un rayo,
ahí mismo se lo comió.

Fijate bien si tu amigo
es amigo de verdad.
Lo que le ha pasado al loro
no es una casualidad.

 

LAS DOS GALLINAS

La gallina democrática,
en medio del pastizal,
su nido en forma simpática
hizo seria y muy formal.

La gallina aristocrática,
en un hermoso galpón
estaba echada, hierática,
en huevos de exposición.

La primera con diez pollos,
un día, ufana, cloqueó,
los diez como lindos bollos,
y ella contenta quedó.

La segunda, pese a todo,
un sólo pollo logró,
y como estaba entecado
a poco se le murió.

El gallo, buena cabeza,
hizo seria reflexión,
diciendo: “Naturaleza,
¡eres mejor que el galpón!”

EL NIDO VACÍO

Al nido del gorrión
llegó la urraca un día,
y comiendo un pichón
de este modo decía:

“Suculento almuerzo
me depara el día;
mejor que el mastuerzo
es esto, a fe mía.”

Al volver al nido
el gorrión lloró,
diciendo, transido:
“¡El mundo se acabó!”

En esta vida,
¿te das cuenta, lector?,
la alegría de unos
causa en otros dolor.

EL VELORIO DEL ANGELITO

En el rancho de la zorra
se había muerto un zorrito,
y eso fue motivo grato
de velorio de angelito.

Como era costumbre de antes,
cayeron a la oración
un lobo, un perro y un gato
que traía un acordeón.

Estaban algo callados,
pues la zorra no reía,
cuando llegó un oso pardo
que una limeta traía.

Al punto los convidó
-y beso va y beso vino-,
llamando en eso a la puerta
con su guitarra un zorrino.

Entró arrastrando las patas,
hizo sonar las espuelas,
y dijo: “Esto está más triste
que el velorio de mi abuela”

“Muy cansado vengo y llego,
alcánceme la limeta
que antes de empezar, yo quiero
calentarme bién la jeta.”

El oso, del tirador
sacó lo que le pedía,
y dijo: “Tome aparcero,
hay que festejar el día.”

Ya bién calientes los picos
empezó la musiquita,
que atrajo al rancho en seguida
una pintada lorita.

Cuando comenzaba el baile
con su loco frenesí,
entró el zorro padre y dijo:
“Yo también estoy aquí.”

“Vergüenza debían tener,
eso lo digo de fijo,
estoy seguro que a ustedes
no se les ha muerto un hijo.”

“De manera que a largarse,
se lo digo sin temor,
que sólo quiero quedarme
con la zorra y mi dolor.”

Respeta el dolor ajeno,
que no es de bueno ni fuerte
el tratar de divertirse
donde ha llegado la muerte.

 

ERUDICIÓN

El sabio petulante
debió de hablar un día,
y frente a la asamblea
de este modo decía:

“Os dirijo mi verbo:
esculcad vuestras mentes,
preparad vuestras psiquis
inclinad vuestras frentes.”

“De las ondas sonoras
que mis cuerdas expelen,
no se pierda ninguna
en ninguno de ustedes.”

“En cerebros cerrados,
en las mentes obtusas,
inculcarles yo quiero
mis ideas difusas.”

Terminado el discurso,
la asamblea aplaudió,
pero a nuestro sabio
nadie lo entendió.

Como el sabio que digo
hay a montones,
que hablan para sí
los muy follones.

 

EL ZORZAL Y EL BICHO DE CESTO

Entre el frondoso ramaje
de un verde y jóven sauzal,
hacía un rato estaba quieto
el rey del canto: ¡El zorzal!

Pensaba nuestro animalito
comerse un bicho de cesto,
mas envuelto no quería,
pues podía ser indigesto.

Comenzó un lindo arrullo
de violines y guitarra,
elevó luego su trino,
preparando ya la garra.

El bichito, embelezado
con música tan hermosa,
salió al punto de su casa
y allí se acabó la cosa.

Como el Zorzal hay algunos
que por conseguir su fin,
emplean bellas palabras
que son sólo un trampolín.

 

EL GUACAMAYO Y EL LORO

El guacamayo y el loro
se encontraron una vez.
“Habla tu -dijo el primero-,
yo contestaré después.

“Soy su sumiso pariente
-dijo el loro despacito-,
soy su hermanito menor,
tengo pico chiquitito.”

Respondióle el guacamayo:
“Mucho me agrada tu tono;
si no hubiese sido así,
ya te habría roto el lomo.”

No creas, lector, que el loro
fuese cobarde y rastrero.
En la vida mucho vale
ser diplomático artero.

 

EL TUCÁN Y EL PEJERREY

Parado en su rama,
igual que un sultán,
quieto y mudo estaba
el señor Tucán

Debajo de él un río
corría con afán,
y el pájaro pensaba:
“Los peces ¿dónde están?”

De pronto un pejerrey
el hocico asomó,
y viéndolo el tucán
de este modo habló:

”¡Que nariz, mi madre!
Ayúdame, Señor,
eso más bien parece
la proa de un vapor.”

“Nunca en mi vida,
ni aún con pesadilla,
imaginarme pude
semejante quilla.”

Y dijo el tucán:
“No me haces mella,
si la tuviera más chica,
¿cabrías en ella?”

No es una desgracia
parecer deforme.
Aprende del tucán,
él está conforme.

 

LA REUNIÓN

Convocó el león
ante su mesa de trabajo
a varios animales del atajo,
al sólo efecto que cuenta dieran
de las tareas que a ellos incumbieran.

“Yo, señor
-Dijo el lobo adulador-,
trabajo todo el día
con ardor.”

“Yo
-Refirió el tigre rutilante-
no me doy reposo
un sólo instante.”

“Yo -Chilló el zorro-,
cumpliendo tu mandato,
hace ya varios días
que no mato.”

Y así, todos con aire
de frescura,
engañaron al rey
de la espesura.

De lo que otros te digan
no creyeres,
sino de aquello
que con tus ojos vieres.

 

MIMETISMO

Sobre el tronco rugoso
de una vieja morera
un bicho alevoso
no se movía siquiera.

Su color era igual,
y quieto se quedaba;
nada hacía pensar
que allí se ocultaba.

Inmóvil en su acecho
para entrar en acción
en cuanto le llegara
la primera ocasión.

Y no tardó mucho
en que ello ocurriera,
y una incauta abeja
la vida allí perdiera.

No creas, tú, amigo,
que esto sea lirismo.
En el mundo hay malos
que oculta el mimetismo.

 

EL NEGOCIO

Cuando era joven mi abuela,
en los campor de Humahuaca,
allí juntos se encontraron
el chivo, el zorro y la urraca.

La urraca propuso al punto
poner una pulpería
que diera pigües ganancias:
ciento por ciento en el día.

El zorro la miró airado,
diciéndole “Criatura,
¿Qué tiene usted en la mollera,
cerebro o viruta pura?”

“Le parece a usted bonito
proponer negocio aquí?
No contará usted conmigo,
no pondré un maravedí.”

“No se enoje, amigo zorro
-Dijo en seguida la urraca-,
no se enoje usted conmigo
en el valle de Humahuaca.”

“¡Piense que una pulpería
bién regenteada por mí,
nos traería más plata
que el Cerro de Potosí.”

“No conforme – Duijo el zorro-,
que administrarla yo quiero,
es mi última palabra
y no admito ningún pero.”

“Como juez en este asunto
recurriremos al chivo,
que lo que él diga, gustoso
aceptaré como amigo.”

El chivo miró a los dos,
se rascó un rato la panza
y con su voz gruesa dijo:
“Yo perdí toda esperanza.”

“La urraca no tiene nada;
el zorro menos, mi amigo;
me parece que entre ustedes
juegan a quién es más vivo.”

“De manera, compañeros,
entre ustedes haya paz,
el zorro coma sus pollos,
robe la urraca y no más.”

Yo consejo nunca niego,
pero si debo juzgar,
y entre pillos anda el juego,
lo más prudente es callar.

EL TIGRE

El tigre caminaba por la selva,
por la selva espesa llena de maleza,
la mirada ausente, cavilante,
pues un problema calentaba su cabeza.

“¡Yo no sé – se decía tristemente –
si no tengo inteligencia, o que me pasa,
pero hace más de tres semanas
que ni un simple bocado llevo a casa!”

“Cierto es que el honor ha sido mío,
y que todos, por aclamación,
como Rey me coronaron hace un mes
en la libre y límpida elección.”

“Y a muy poco me obliga mi mandato,
según se aceptó a propuesta de un lebrel:
sólo tengo que llevar, mientras él dure,
colgado del pescuezo un cascabel.”

“Estoy por renunciar a mi alto cargo,
pues la dichosa idea del lebrel,
tengo para mí, es la causante
que esté ya en los huesos y en la piel.”

Ten cuidado, lector, cuando te dicen
que el nuevo cargo es para elevarte,
pues creo yo que en muchas ocasiones
eso sólo será para anularte.

LAS DOS MONEDAS

Dos monedas igualitas
juntas al mundo salieron,
eran las dos muy bonitas
al iniciar derroteros.

La primera, por desgracia,
pronto pagó una traición;
la segunda, suerte bella,
fue signo de bendición.

A dos hermanos gemelos
puede la vida apartar.
El uno, hundirse en el cieno.
El otro, gloria alcanzar.

 

QUIMERA

Una vez ví un perro
(no el del hortelano)
que afanoso ladraba
a un aeroplano.

Creía que un día
él sería feliz
cazando al avión
como una perdiz.

Eso, caro amigo,
ocurre a cualquiera
que emplee su vida
tras una quimera.

 

EL PERRO Y EL ZORRO

Llegó hasta la casa
de un zorro, un perro.
(Creíalo enfermo
de cólico negro).

“Muy buena don Juan
– Le dijo al entrar.-
A éste lo mato,
eso ni que hablar.”

“Supe de tus cuitas,
me lo dijo un tordo;
te traigo remedios
que lo curan todo.”

“Gracias – Dijo el zorrro -,
eres un amigo,
seguro mi lepra
no podrá contigo.”

“Que sigas muy bién
Dijo el perro al punto -;
me voy apurado,
tengo un grave asunto.”

Si no eres fuerte
para luchar,
tu inteligencia
debes usar.

 

LOS DOS MALVONES

En un jardín, dos malvones
trabaron conversación;
el rojo le dijo al blanco:
“Quiero darte mi color.”

“Me molesta tu blacura,
tu modestia y tu pureza,
y te guste o no te guste,
quiero que a mí te parezcas.”

Y como juntos estaban,
al llegar otro verano,
el rojo, rojo quedó,
el blanco era ya rosado.

¿Nunca viste un muchacho bueno
caer en el delito a su pesar?
Él creyó defenderse, pero en vano.
El vicio tiende siempre a contagiar.

EL VIAJE

Trabajó un sabio su vida toda
en tremendos problemas del espacio,
y cuando ya viejo se encontraba
con el resultado fue a Palacio.

Prosternóse sumiso ante el monarca
diciéndole: “Os traigo, Majestad,
un trabajo de muchos, muchos años,
que dará brillo y fama a la ciudad.”

“En ningún instante he desfallecido,
a la miseria yo llevé a los míos,
mi mujer y mis hijos me maldicen
a causa de las hambres y los fríos.”

“Es posible, Señor, si tú me ayudas,
pues casi no me queda duda alguna,
que no tú sinó tus regios nietos
puedan volar y visitar la luna.”

“Piensa, mi vasallo, en lo que dices
Respondió el augusto soberano -,
¿Por qué hemos de querer ir a la luna,
si tan poco sabemos de lo humano?”

“Tú, como otros, por una fantasía
olvidan de su casa los problemas,
es por ello que hay tan pocas alegrías
para contrarrestar las muchas penas.”

“A que tus coterráneos sean felices
dedica en adelante tus desvelos,
pues nada ganarán tus semejantes
ni con ese, ni con otros raros vuelos.”

EL GATO Y EL PATO

Un gato llegó un día
a pasar el rato
de visita a la casa
de un obeso pato.

Y al verlo sólo,
le dijo con mimo:
“Honra vuestrra casa
este hermoso felino?”

El pato, callado
lo miró y parpó,
y dijo aterrado:
“¡Suerte tengo yo!”

“Eso mismo creo yo
– Contestó el gato -,
pues yo he jurado
no comer más pato.”

Visitas hay a veces,
¡oh, mi lector!,
que cuando menos vengan
será mejor.

EL RELOJ

Dijiste al inventarme:
“Desde hoy yo soy el amo,
te encargo medir el tiempo
y estasrás bajo mi mano.”

“Mas no pensaste, humano,
que todo sería al revés,
y que tú, como un esclavo,
te rendirías a mis piés.”

“Antes de mi nacimiento
nada hacías con apuro,
pero luego, a mi conjuro,
tienes zozobra sin cuento.”

“Te levantas y me miras,
te acuestas, lo mismo haces,
y ya nunca tienes paces,
sino visiones sombrías.”

“Yo marco tu nacimiento,
tus hechos malos o buenos,
y a todo te pongo frenos
sin pesar ni miramiento.”

“Tú podrías concluir
con tu estado de vasallo,
pero, mas vale me callo;
sólo lo harás al morir.”

 

EL CHIMANGO Y EL TERO

A un costado del rancho,
sobre un horcón,
estaba el chimango
con aire socarrón.

Al ver llegar a un tero
con paso de señor,
sintió en su gaznate
gratísimo sabor.

Sin pensarlo dos veces,
su plan lucubró,
y con comedimento
al tero saludó.

Yo no sé si el tero
contestó sí o no,
pero la cabeza
la subió y la bajó.

Por la afirmativa
el chimango optó,
y ya sin dudar,
de este modo habló:

“Señor tero – Dijo -,
podemos los dos
llegar a un acuerdo,
bien lo sabe Dios.”

“Vamos a su nido,
lo acompañaré,
y puntos detallados
allí le explicaré.”

Yo no sé si el tero
entendió o no,
pero sí la cebeza,
la subió y la bajó.

Sin ninguna palabra
el vuelo levantó,
y el chimango, corrido,
solo lo dejó.

Cuando el que ofrece
es un villano,
haz lo que el tero:
contestarle es vano.

 

AMOR MATERNO
(Tomado de una antigua anécdota)

El águila recordaba a la lechuza,
y al pedido que le hiciera, allá en su nido,
diciéndole: “¡Mi reina, ten clemencia,
no devores mi pichón, yo te lo pido!”

Recordaba también que ella le dijo:
“Me place contestarte pues te estimo;
mas dime: ¿Cómo haré? No lo conozco,
y es difícil que escape a su destino.”

“Es muy fácil, Alteza; sólo debes
notar entre los muchos del desfile
al más guapo, más bello, más donoso
que entre cientos y cientos se perfile.”

Era ese el día en que la Soberana
recibiría la ofrenda de las aves,
rito ya consagrado por costumbre
a travéz del espacio y las edades.

Y comenzó el desfile temeroso,
pues resultaba fatal ser elegido,
y el águila tomó al menos hermoso,
pensando su palabra haber cumplido.

Volvió la lechuza al otro día,
llorosa y triste, al elevado nido,
diciendo acongojada: “¡Cruel tirana,
entre todos, mi hjo has elegido!”

“Yo elegí, mi vasalla, un ser tan feo,
que se destacaba de todo lo nacido,
mas ahora que te escucho, reflexiono
que con tu amor de madre lo has perdido.”

Cuando hables con ajenos de tus hijos,
antes que el corazón pon la cabeza,
así no les causarás ningún perjuicio,
puedes tener de ello la certeza.

 

EL PATO SABIO

En el pueblo
que ocurrió lo que relato
se acostumbraba en las fiestas
comer pato.

Muy hermosos patos
saltados con arvejas,
que eran la delicia
de jóvenes y viejas.

No ocurrió, lo quie cuento,
en la provincia,
sino en Alemania,
Ducado de Turingia.

Un pato viejo,
descendiente de un teutón,
llamó a sus compañeros
en deliberación.

Diciendo: “Mis amigos,
esto debe concluir,
pues sinó, nuestra raza
habrá de sucumbir.”

“Y yo enseñarle quiero
a estas población,
que si es muy rico el pato,
mejor es el lechón.”

“Aunque a costa del buche
conseguiremos eso,
la vida nos va en ello
y bien vale ese precio.”

“Muy flacos quedaremos;
los cerdos muy lucidos;
pero en ñlas grandes fiestas
serán ellos servidos.”

Hicieron caso al viejo
los jóvenes patitos,
y pagaron el pato
los cerdos y cerditos.

Cuando algún viejo
un consejo te da,
trata de seguirlo
que no te pesará.

 

LA POLILLA

Hace muchos años
una polilla había
que entre hermosos paños
contenta vivía.

El dueño de éstos,
un día la vió,
pensó: “No hará daño.”
Y no la mató.

“¿Por qué no lo hice?
– Dijo al otro año -.
¡Esto está deshecho,
ya no tengo paño!”

La smalas pasiones
no hay que anidarlas.
Cuando las adviertas
debes de matarlas.

 

LA LOMBRIZ

Así monologaba la lombriz:
“Qué triste es la vida mía,
siempre arrastrándome infeliz
por esa galería.”

“Si yo pudiera, solamente un rato,
recibir del Rey Sol el calor grato,
a mi red subterránea volvería
y luego ya nada pediría.”

Y presa de febril resolución,
a la luz asomóse con donaire,
sintiéndose arrancada de un tirón,
y elevada en el acto por el aire.

Nunca cambies una suerte buena,
por otra superior, según creyeres;
si no estás muy seguro de tu paso,
más vale no lo dieres.

 

EL LEÓN

El león reunió a varios animales,
a fin de someterles a su juicio,
asuntos importantes, cardinales,
que estimaba de propio beneficio.

Completa la asamblea, y rugiendo,
expuso ciertos puntos detallados;
se miraron los otroa animales,
y allí mismo quedaron aceptados.

Sucede así en el rebaño humano
cuando el miedo oscurece la conciencia.
Inútiles son ya las asambleas
bajo la presión de la violencia.

 

EL DISCO

Un disco ya de todos olvidado
hacía años estaba en el estante,
y por hacer un chiste cierto día
lo pusio en la victrola un estudiante.

Creía nuestro amigo que al momento
se oirían tonos confusos o discordes,
o tal vez lejanas voces apagadas,
o de un antiguo piano los acordes.

Pero ocurrió que al rodar el viejo disco
el ambiente llenó con la armonía
de la más dulce, más sencilla y pura,
de la más arrobadora sinfonía.

Eso puede pasarnos en la vida
si nos atenemos sólo a la envoltura;
muchas veces la apariencia ingrata
lleva oculta tesoros de ternura.

 

EL ROBLE Y LA HIEDRA

Al pie de un roble, famoso
por su fuerza y lozanía,
una plantita de hiedra
empezó a crecer un día.

El roble, al verla chiquita,
le dió su sombra y apoyo,
y pidió que la regara
a las aguas de un arroyo.

Fue crecuendo día a día,
al roble envolvió afanosa,
y en un abrazo mortal
le dió una muerte espantosa.

Seres hay que parecen inocentes,
y su sóla mirada te conmueve;
desconfía de ellos, yo te digo,
puede que oculten intención aleve.

 

EL CUERVO Y EL PELUDO

Oyendo el dulce cantar
de un zorzal en la enramada,
le dijo el cuervo al peludo:
“Eso no me gusta nada.”

“Me dan ganas de trinar
y avergonzar a ese fatuo,
ya mismo voy a empezar
para que pase un mal rato.”

“Pues has de saber, amigo,
que estudiando he obtenido
en la academia del canto
ser de tenor recibido.”

“No lo hagas – Dijo el peludo -,
no eches a perder la fiesta.
Lo que Natura no da,
Salamanca no lo presta.”

 

EL CANARIO Y EL CHINGOLO

El canario en la jaula,
amarillo el ropaje,
le cantó al chingolo,
ebrio de coraje.

“¿Cómo es que te atreves
llegar hasta aquí?
¿Qué títulos tienes?
¿Qué prosapia, dí.”

“¿No ves que me mancha
tu sólo contacto?
¿No ves que me asqueas,
para ser más exacto?”

El chingolo dijo, sonriendo muy fino:
“¿Si creerás, amigo,
que tú eres divino?”

“De nada te vale
que ostentes blasones,
si sólo te usan
de adorno en balcones.”

“Y por otra parte,
con tus pergaminos,
no puedes tú, libre,
elevar tus trinos.”

 

EL HURÓN

En medio del bosque espeso,
alrededor de un fogón,
estaban todos reunidos
la familia de un hurón.

Unos, jóvenes y apuestos;
otros eran mayorcitos,
y escuchaban a un anciano,
muy brillantes los ojitos.

“Me acuerdo cuando era mozo
– Decía éste muy ufano – ;
no tenía miedo a nada,
fuera animal, fuera humano.”

“Con el crijuir de mis dientes
a todos los espantaba,
y era tan bravo y valiente
que yo mismo me asustaba.”

De pronto se oyó un rugido,
y espantaron como el viento,
no quedando ni uno sólo
para teminar el cuento.

Con jactancias y bravatas
a nadie convencerás.
En los hechos que realices
tu valor demostrarás.

 

EL SAUCE Y EL TALA

A la orilla de un arroyo,
allá en el campo de Achala,
con cierto tono de orgullo
el sauce le dijo al tala:

“Mira que pronto he crecido,
mira mi verde follaje,
mira y compara contigo
y no lo tomes a ultraje.”

“Al verte así retorcido,
creciendo pulgada al año,
no me parece, mi amigo,
que estés hecho de buen paño.”

El tala le respondió,
con voz profunda y sincera:
“¿Habráse visto descaro?
¿Si creerás soy un cualquiera?”

“Yo vi nacer a tu abuelo
allça por el año ochenta,
y son tan largos mis días
que he perdido hasta la cuenta.”

“Cuando no quede de tí
ni siquiera ya el recuerdo,
seguiré plantado aquí
aunque creas que soy lerdo.”

“Y no de paño estoy hecho,
sino de madera buena,
así que al vanagloriarte,
tú sólo me causas pena.”

“De manera que un consejo
ahora darte yo quiero:
Nunca critiques a otro
sin estudiarlo primero.”

 

LA CIGARRA

“Yo no niego – Dijo la cigarra
sentada en la hoja de una pita -,
no niego que trabajes duramente
toda la noche, el día y tardecita.”

“Debo reconocer, y así lo hago,
que te han cantado loas a destajo,
trovadores de tiempos ya lejanos
que admiraron sin duda tu trbajo.”

“Aún ahora te ponem como ejemplo,
en tanto su desprecio en mí desatan,
pero mientras te cantan y te alaban,
¡Pobre hormiga, si te ven te matan!”

Si la cigarra muere en el invierno,
¿Porqué debe ella guardar con tanto afán?
Ya sus huevos ha puesto en la nidada
y sus hijos al mundo llegarán.

 

EL CUERVO Y EL JILGUERO

“Nadie te canta a tí,
¡Oh, negro cuervo!
Todos te desprecian
y te atacan;
sin embargo, a poco
que se observe,
tus virtudes sin cuento
se destacan.”

“Dicen que tú vives
de carroñas,
que mensajero
de la mueerte eres,¡Y lo cierto es que comes
desperdicios,
pues antes de matar
tú los prefieres.”

“Dicen que eres ladrón,
y eso es mentira;
nadie te vió jamás
tomar lo ajeno,
¡Tú tomas soĺamente
lo que arrojan
las leyes de la vida
por el cieno!”

“Así cumples, oh cuervo,
tu destino
en el ancho mundo,
de elemento bueno;
no importa que te ataquen
y desprecien
y hablen los necios de tí
con voz de trueno.”

“¿Qué saben ellos
de todas tus bondades?
¿Qué saben ellos
de tu gran tarea?
No hagas caso
de necios y de torpes
y de aquellos que son
de su ralea?”

Asi dijo el jilguero
cierta tarde,
al ver al cuervo
que, apartado y solo,
filosofaba acerca
de su vida
parado en una rama
de algarrobo.

 

LOS SEÑUELOS

A la orilla de un riacho
estaba un pato,
mirando intrigado
desde hacía rato

de cómo un hombre,
sentado en unas pieles,
ataba varios patos
con cordeles.

Mucho le extrañaba
sl pato de mi cuento
el que esos animales
no mostraran descontento.

Y que quietos, muy quietos
se quedaran,
mientras que con los cordeles
loas ataban.

Y dijo el pato,

levantando el vuelo:

“Mejor me voy
por que esto mal lo huelo.”

Haz siempre lo del pato
de mi cuento,
cuando no estés seguro
ciento por ciento.

 

EL LEÓN Y EL MONO

El león, sacudiendo la melena,
con broca voz y con pausado tono,
cimbreante la cola, los ojos rutilantes,
todo él inquietante, le habló al mono:

“Hace rato que te observo, y me imagino
que a menos que me creas un borrico,
puedo perdonarte quie me imites,
pues no eres de mi casta, sino un mico.”

“Tú harás en adelante lo que te mande,
lo que yo estime conveniente y justo,
de modo que te ordeno que al momento
me traigas aquel coco ¡Ese es mi gusto!”

Subió el mono al alto cocotero,
tomó la fruta, y con mano presta,
ya a salvo de las garras del tirano,
en un instante le rompió la testa.

Si por tus dotes, cual señor y dueño,
el destino ha querido que tú mandes,
nunca olvides que puede el más pequeño
hacer un mal inmenso a los más grandes.

 

EQUÍVOCO

Rastra de plata, bombacha,
bota blanda, meneador,
faja sin ninguna hilacha
y poncho que era un primor.

Entró así en la pulpería,
a ninguno saludó.
“Vendrá con luna este día,”
Pensé para adentro yo.

Que es criollo de verdad
nadie siquiera lo duda.
Se ve que en él no hay maldad;
tiene melena porruda.

Más, para salir de duda,
será mejor lo interogue;
nada aquí podrá pasar
a no ser que se retobe.

Me acerqué y le dije: “Aamigo,
sea bienvenido en el pago,
si no lo toma usted a mal,
acompáñeme en un trago.”

“Esto yo sólo lo hago
con los criollos de ley
cuya amistad me propongo
con el tiempo merecer.”

“Diga de qué pago viene,
dónde su china quedó,
diga, si eso conviene,
con qué partida peleó.”

“Yo, señor – Respondió el hombre,
con un lenguaje algo raro -,
no tener rancho ni china
y no saber lo que es bago.”

“Sólo sé, y lo sabe Alá
y Mahoma, su profeta,
que yo he venido de allá
bara vender camiseta.”

Sea directo y espere;
amigo, tenga paciencia,
hay veces que el más pintado
se engaña con la apariencia.

 

EL PINGÜINO

En los mares fueguinos, cierto día,
de un tiro un hombre a la pingüina hirió,
y el pingüino, a pesar del mucho miedo
ni siquiera una pulgada se movió.

A su lado lo ví toda la tarde,
a la noche tasmbién allí se estaba,
daba vueltas, miraba al horizonte,
pero popr nada de ella se alejaba.

Al otro día, cuando el sol entraba,
dos cadáveres amortajó la noche,
y estoy seguro que murió el pingüino
sin tener en su alma ni un reproche.

Se dice que el pingüino es un ser bobo;
otros ríes de tan manso animal,
mas yo digo: “¡Tuvieren muchos hombres
algo del alma del pingüino austral!”

 

EL CÓNDOR Y LA VICUÑA

“Habitas en lo alto
de nevadas cimbres,
sólo yo llego allí
de cuando en cuando,
y al contemplar
los horrores de tu nido
vuelvo al valle
temblando…”

“¡Sangrientos despojos
de seres indefensos,
que tú mataste
con tu corvo pico,
llevándote la carne
palpitante,
de más de un inocente
animalito!”

“No sirves para nada,
yo lo digo,
pues al verte hermoso
en raudo vuelo,
sólo hace pensar
al que te mira,
que pronto habrá
una víctima en el suelo.”

“¡Y te llaman señor,
y majestuoso,
y rey del aire,
y símbolo de gloria!…
Y no piensan un momento
quienes lo hacen
lo triste de tu historia.”

Así habló la vicuña
cierto día,
allá en el Ande,
cuando oyó a un hombre
que decía:
“¡Oh cóndor, tú eres grande!”

 

EL PATO FILÓSOFO

Un pato se encontró sin dare cuenta
envuelto en un enjambre de poetas,
y como se creía un literato,
díjose: “Aquí me juego mis pesetas.”

Estudiados que fueron sus trabajos,
encontraron en ellos mucha médula,
mas dijéronle atentos y obsequiosos:
“Le gfalta a usted, mi amigo, mucha escuela.”

He aquí sus trabajos corregidos,
ahora sí que son fragantes rosas,
puede usted publicar sus poesías,
pues no son sólo buenas, sino hermosas.

Leyó el pato, parpando despacito,
y dijo para sí: “¡Qué lindo es esto,
veo que mis pesetas he perdido,
y no discuto que me han dado el pesto.”

“Mas no debo vestirme con las galas
de los muy superiores intelectos;
estudiaré hasta que me crezcan alas
y mis versos sean más y más perfectos.”

“Hasta que ello no ocurra, seguiré
canatando con mi voz, abierto el pecho,
y si al fin, como pienso, voy al horno,
dirán: “Al menos se ganó el afrecho.”

La vida es breve; apúrate a cumplirla;
en lo que escribes pon tu corazón;
no importa si está mal, pues ya se sabe
que sólo en Dios está la perfección.

 


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Fábulas Argentinas por Juan manuel Pensel se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

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