Ciencia, Arte y Fantasía
Fernando Rusquellas
Nuestro cerebro no crea a partir de la nada. Requiere ser abastecido de materias primas, de elementos formadores, de conocimientos. Debe ser informado.
Instruido.
Sólo a partir de allí modifica, transforma, relaciona sus contenidos unos con otros.
Imagina.
La educación conduce la imaginación en el sentido deseado.
Forma.
A menudo, cuando se elabora una reforma educativa se insiste en la importancia de la instrucción, de los conocimientos que han de impartirse y queda relegado a un segundo lugar el tratamiento de la educación, como si ésta fuera un emergente espontáneo, secundario a la adquisición de aquellos. Se recomienda a los jóvenes el aprendizaje de las materias técnicas por su utilidad para acceder a empleos mejor remunerados. Puede ser cierto, pero sólo en parte.
Es verdad que para el desempeño técnico eficiente es imprescindible la posesión y acopio de conocimientos relacionados con la especialidad, pero también es cierto que el profesional, cualquiera sea su orientación, debe estar integrado a la sociedad en que vive y ser consciente de su compromiso con los valores éticos de esa sociedad.
Sólo así los conocimientos incorporados serán capaces de fecundar la imaginación y originar hechos de utilidad real para el conjunto de la sociedad.
Para quienes están capacitados, instruir es fácil: basta con cumplir ciertas reglas y los conocimientos se instalarán cómodamente en los enormes espacios vacíos de las mentes vírgenes. También es fácil comprobar la eficacia de la instrucción impartida siguiendo precisas indicaciones para la evaluación.
Para educar…
Para conducir la imaginación es imperativo acceder a ella, llegar hasta los rincones más profundos donde apacienta. Pero cuidado: es salvaje, libre, indómita. Inútil es el látigo, contraproducente, puede hasta destruirla definitivamente. La amabilidad, la invitación, la seducción en cambio son irresistibles para ella y se deja llevar dócilmente por dos largos y divertidos caminos nacidos de la fantasía: el del Arte y el de la Ciencia.
No serían posibles Arte y Ciencia sin fantasía. Ni fantasía sin imaginación. Ni imaginación sin información.
Hermanos nacidos de la fantasía, el Arte y la Ciencia tienen leyes que los diferencian, aunque en menor grado de los que suele suponerse.
La Ciencia mide, controla, y comprueba fríamente las fantasías propuestas por la imaginación, adopta para sí las que coinciden con la realidad y desecha las demás sin miramientos.
El Arte en cambio selecciona las fantasías que coinciden con ciertos misteriosos patrones instalados ancestralmente en el cerebro humano y desprecia las que no lo hacen.
La educación, al conducir la imaginación determina de manera indeleble los caminos destinados al pensamiento, forma los rieles por donde transcurrirán las conductas posteriores.
Ciencia y Arte tienen el mismo valor para la formación de la personalidad, juntos, se potencian. Es posible que no tengan el mismo valor para los buscadores de empleos bien remunerados.
Un plan educativo destinado a la formación de Seres Humanos debe priorizar una educación integral donde tanto la incorporación de conocimientos científicos y técnicos como la elaboración de respuestas creativas y artísticas capaciten para una vida útil y feliz.
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