Otro cuento con Mucho Sol
Como todos las mañanas, Don Juan se levantó muy temprano y prendió fuego a unas unas ramitas secas del roble para calentar agua y tomar unos mates antes de empezar a trabajar en el jardín. Mientras, Ratoncito Rechoncho y Conejita Orejas, que también se habían levantado tempranito, se encontraron para conversar y jugar juntos todo el día.
– ¿Qué desayunaste hoy? – Le preguntó, todavía medio dormido, Ratoncito Rechoncho a Conejita Orejas.
– Comí pastito verde… tenía muchas hojitas llenas con la luz calentita del sol… – Le contestó Conejita Orejas con las orejitas bajas. – … y… no te enojes… también me comí algunas florcitas del jardín de Don Juan…
– ¡Uuuy Conejita Orejas! ¿Te comiste las flores del jardín de Don Juan? – Preguntó Ratoncito Rechoncho con los ojos muy abiertos.
–Si, ya sé que no está bien… pero se las veía muy ricas… y no me pude aguantar… – Contestó su amiga Conejita Orejas con un poco de culpa por haberse comido las flores de Don Juan. – ¿Y tu que comiste, Ratoncito Rechoncho? – Le preguntó.
– ¿Yo? – Respondió Ratoncito Rechoncho – Comí un durazno grandote y bien maduro.
– ¡Mmm, qué rico! – Dijo Conejita Orejas – Entonces, igual que yo, te llenaste la pancita con luz calentita del sol.
Ese día hacía mucho calor, Conejita Orejas y Ratoncito Rechoncho decidieron dar un paseo por la plaza donde crecía el Viejo Roble, un árbol muy grande y frondoso.
– Buenos días Viejo Roble, – Saludaron a coro Conejita Orejas y Ratoncito Rechoncho – ¿Nos podemos sentar bajo tu sombra?
– Claro… – Dijo lentamente Viejo Roble con su voz gruesa – …aprovechen la sombra que hacen mis hojas cuando atrapan la luz del sol…
–¿Tus hojas también atrapan luz calentita del sol y la guardan bajo la tierra como las hojitas verdes de Solana Lapapa? – Le preguntaron a Viejo Roble Conejita Orejas y Ratoncito Rechoncho.
– Así es amiguitos… – Contestó con su voz gruesa Viejo Roble. – …y mis hojas la guardan muy bién… en mis bellotas… y también guardan muy bién la luz calentita del sol en mis ramas… y dentro de mi tronco, para hacerlo muy, pero muy fuerte…
– ¡Huuy, que lástima tus ramitas!… – se lamentó Conejita Orejas – …Don Juan, para calentar el agua del mate quemó algunas y…
– Eran sólo unas ramitas secas… que ya no me hacían falta… – Se apuró a contestar Viejo Roble, y agregó lentamente con su voz gruesa: – …yo mismo las había dejado caer…
– Pero… – Dijo Conejita Orejas frunciendo el hociquito. – …¿tus ramitas no estaban llenas de luz calentita del sol?…
– Así es… durante muchos días… – Explicó Viejo Roble y con su voz gruesa – …mis hojas verdes la fueron guardando… y por eso todas mis ramas… grandes y chiquitas… están llenas de luz calentita del sol…
– ¡Pero Don Juan las quemó! – Exclamó Conejita Orejas enojada parando las dos orejas.
– ¡Claro!… – Siguió explicando Viejo Roble con su voz gruesa y mucha paciencia. – …cuando Don Juan las quemó… la luz calentita del sol… que estaba muy bien guardada en mis ramitas, salió toda de golpe… y calentó el agua para el mate.
– …Entonces… – Dijo tan despacito Ratoncito Rechoncho, que casi no se lo oyó. – …resulta que Don Juan calentó el agua para el mate con luz del sol.
Y, con el mate calentado, este cuento se ha acabado.
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