Kósquires

Las Preocupaciones de Nacardia IX – más y más comensales

Fernando Rusquellas

Nacardia y el Lector ya se sentían como en su casa, y se quedaron sentados en un rincón del laboratorio intercambiando sus impresiones. Si el Autor no se hubiera desilucionado tan rápido y no se hubiera ido tan pronto, habría podido alegrarse observando el intercambio de miradas entre ambos jóvenes.

-Si de algo podés estar segura es que alguien se comerá la ciruela… – Le dijo el Lector a Nacardia mientras miraba cómo se alejaba el Autor, caminando despacito y con la cabeza gacha. – …si no es uno será otro, un pájaro, tal vez una mosca…
– Pero a veces no las come nadie y se pudren en el suelo… – Protestó Nacardia enfurruñada.
 – ¡Eso, se pudren!… – Dijo con entusiasmo la doctora Buretta sacándose el barbijo mientras cerraba tras de sí la puerta en la que decía “Bacteriología” – … se pudren cuando quienes las comen son algunos microbios…, pueden ser bacterias, tal vez hongos…
– ¿Microbios, bacterias…hongos…? – Repitieron al unísono Nacardia y el Lector.
– Aunque son tan chiqitos que no los podemos ver sin la ayuda del microscopio, los microbios son seres vivos, necesitan comer… – Siguió diciendo la doctora Buretta, y agregó: –  …igual que nosotros, ellos desarman… o… como dice el doctor Stetoscopius, digieren las proteínas para utilizar sus aminoácidos, ¿Se acuerdan de las cadenas, de los eslabones…?
– Entonces… – Razonó Nacardia. – …¿Las ciruelas se pudren por culpa de unos microbios que se las comen? Si le digo eso a la abuela Migragna no me va a creer…
– No sólo las ciruelas, los demás desechos vegetales, también los cadáveres de los animales contienen sustancias orgánicas, muy valiosas para los seres vivos…  – Aseguró la doctora Buretta… – …y los que no saben producirlas las roban, se las disputan… y hasta pelean por ellas….
– Entonces, los microbios comen las proteínas y se quedan con sus eslabones…bueno, los aminoácidos… peroo… ¿y la energía, digooo… la energía del azúcar?… del azúcar de la ciruela, digo. – Preguntó el Lector.
– La energía que las plantas roban al sol es un tesoro demasiado grande  para dejar que se pierda,… – Explicó la doctora Buretta. – …y los microbios la necesitan, igual que nosotros, así que…
– ¡Ya sé!… – La interrumpió Nacardia entusiasmada. –  …¡Agarran oxígeno del aire, se lo meten al azúcar, tiran el agua, y se guardan la energía!
– ¡Ja ja ja! tuya es buena definición de respiración, jajaja… – Rió el licenciado Rainbow que pasó por allí y oyó la conversación. – …es cierto, algunos microbios respiran igual que nosotros…y no te olvides, también sueltan gas… dióxido de carbono al aire…
– Sí, pero también es cierto que hay otros, algunas bacteria y algunos hongos que obtienen energía de la glucosa sin utilizar oxígeno… – Afirmó la doctora Buretta.
– ¡Ahh… esos microbios son mis amigos!… – Exclamó el licenciado Rainbow con una pícara sonrisa. – …como no saben usar oxígeno para sacar energía de azúcar, hacen fermentación… ¡Eso sí que es bueno!
– No tan bueno… – Se opuso muy seria la doctora Buretta mirando por encima de los anteojos al licenciado Rainbow. – …si utilizaran oxígeno podrían obtener mucha más energía de la glucosa…  con la fermentación, sin usar oxígeno, se pierden la mejor parte.
El Lector y Nacardia miraban a la una y el otro como si estuvieran presenciando un partido de ping-pong cuando el licenciado Rainbow les guiñó un ojo abriendo el otro, profundamente celeste: – Sí, los microbios consiguen menos energía… peor para ellos, pero… en vez de perder agua como en la respiración, cuando hacen fermentación producen alcohol…
– ¿Alcohol?… – Dijeron el Lector y Nacardia casi al mismo tiempo, cosa que últimamente les sucedía muy a menudo. – ¿alcohol… como el que se compra en la farmacia…?
El licenciado Rainbow agregó con aire de triunfo: – Sí, es cierto, como el que se compra en la farmacia…pero hay algo más, cuando microbios fermentan uvas hacen vino, cuando fermentan manzanas, hacen sidra, y si fermentan cebada, hacen cerveza… ¿Qué les parece, es bueno o no es bueno que esos microbios no hayan aprendido todavía a respirar con oxígeno y no les quede más remedio que obtener energía por fermentación? – Y agregó: – …además, con el dióxido de carbono que les sobra hacen efervescencia…
– ¡Sí, claro, bueno, bueno para los borrachines…! – Exclamó la doctora Buretta sin disimular una sonrisa burlona al mismo tiempo que levantaba con la mano el mechón de pelo que caía sobre su frente. – …pero de todos modos, la respiración es mucho más efectiva que la fermentación para obtener energía de la glucosa… – Insistió la doctora Buretta. – … ¡nada menos que diez y ocho veces más eficiente!
– Sí… – Aceptó con humildad el licenciado Rainbow. – …la doctora Buretta tiene razón, la fermentación es mucho menos eficiente, pero no sólo es buena para los borrachos…
– Eso también es cierto… no sólo para los borrachos… – Respondió pensativa la doctora Buretta. – …otros microbios, unos hongos microscópicos trabajan desde hace miles de años para nosotros.
– ¿Hongos que trabajan para nosotros? – Exclamó el Autor con incredulidad – ¡De qué me está hablando doctora Burettta, el que escribe ficción soy yo… hongos que trabajan, esto es demasiado…!
– Las levaduras son unos hongos microscópicos que nos acompañan desde hace miles de años… trabajan para nosotros, nos ayudan a hacer el pan… sí señor, ¡Nada menos que el pan! – Declaró la doctora Buretta sin hacer caso a las palabras del Autor.
– ¿Hongos, en el pan? ¡Qué asco! – Se le escapó a Nacardia.
– No, no es asco… – Intervino el licenciado Rainbow conteniendo la risa. – …las levaduras fermentan almidón… almidón de trigo… de harina de trigo.
– ¿El almidón,… fermentan el almidón?… – preguntó el Lector, y después de pensarlo un momento arriesgó: – …entonces hacen como con la cerveza, ¿también producen alcohol?
– Sí, las levaduras producen alcohol,… – Aceptó la doctora Buretta. – …pero en este caso, lo más importante es que cuando fermentan el almidón dejan escapar dióxido de carbono, y el gas hace burbujas que hinchan la masa haciéndola esponjosa.
– El alcohol también es importante… – Agregó el licenciado Rainbow. – …cuando la masa va al horno el alcohol le dá ese sabor que tanto nos gusta, ese perfume propio del pan.
– Nunca lo hubiera creído… – Confesó asombrado el Autor. – …serían como unos socios con los que compartimos la glucosa, les dejamos llevarse un poco de energía y nosotros, a cambio, nos quedamos con el pan…
– Si, con el pan, el vino, la sidra, la cerveza y… – Agregó el licenciado Rainbow.
– La doctora Buretta lo interrumpió: – Hablando de quién se queda con la energía… – Miró rápidamente el reloj pulsera. – …pero es un poco tarde… Si la semana que viene el Autor nos deja un lugarcito en el cuento, pensamos juntos a dónde va a parar el resto de la energía que las hojas verdes robaron al sol… por que no termina toda en los frutos o las semillas…
– Sí… “un lugarcito, un lugarcito…” – Protestó el Autor con cierta razón. – …ya me ocuparon casi todo el cuento y piden“un lugarcito…”
Con tantas novedades en un sólo día, Nacardia y el Lector  habían perdido la noción del tiempo y cuando imaginaron las consecuencias de su distracción les pareció oir la voz de la abuela Migragna: “la comida fría no es lo mismo”, “para eso yo me mato cocinando”, “¿de dónde vienen a esta hora?”…
A Nacardia no le importaba demasiado, ya había pasado por eso, pero el Lector se sabía responsable y de llegar tarde se hubiera sentido incómodo. Por suerte llegaron justo a tiempo para tender la mesa y sus temores se disiparon.

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«Las Preocupaciones de Nacardia X – ¡fuego!

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