Las Manos Que No Están en Altamira
Raúl Remigio Vargas
Las manos que no están en Altamira están en la memoria de los hombres.
Desde la memoria de los pueblos, hasta la íntima memoria encerrada en una libretita, desde un extremo a otro, los hechos humanos intentan permanecer «un poco más» antes de ser devorados por el olvido.
La memoria rescata, como después de un naufragio, a seres y objetos, para devolverlos a la playa de nuestro presente.
Particularmente hay seres que no puedo olvidar. La luz que irradiaron en su vida permanece vigente como el sol de cada amanecer.
Sí, no puedo olvidar la ternura de mis padres, la caridad de Cristo, la vocación de mis maestros, la fidelidad de los amigos que ya no están.
La memoria se prolonga aún para aquellos que no conocimos; los caídos en los campos de batalla, los muertos por muerte cotidiana, los arrebatados en mitad de la noche.
Cada uno de nosotros cumple una tarea de rescate de manera secreta y permanente, sin discursos, sin banderas, sin estatuas.
Sé que por algún misterioso motivo he ingresado en la memoria de las computadoras, esto me asegura cierta perpetuidad, sin embargo he de confesar que no me alegra, prefiero quedar en la breve memoria de mis seres amados.
«…y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte»
(Pablo Neruda)
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